Por Hoover Mora
Morgan Spurlock presenta un largometraje donde sigue una dieta de 30 días, en febrero de 2003, durante los cuales subsiste en su totalidad con la alimentación y la compra de artículos exclusivos de McDonald’s por tres veces al día, llegando a consumir un promedio de 5000 kcal (el equivalente de 9,26 Big Macs) diarias. El filme documenta los efectos que tiene este estilo de vida en la salud física y psicológica de su director, más la influencia de las industrias de la comida rápida y el cómo ellas estimulan a la mala nutrición para su beneficio.
Antes del inicio de este experimento Spurlock era sano y delgado: medía 188 cm de altura y pesaba 84,1 kg. Después de treinta días ganó 11,1 kg, (un 13%) de masa corporal; su índice de masa pasó de 23,2 (dentro del rango «sano» 19-25) a 27 («sobrepeso»). Experimentó cambios de humor, disfunción sexual, y daño severo al hígado. Spurlock necesitaría catorce meses para perder lo ganado.
El factor que lo impulsó a realizar el documental fue la creciente propagación de la obesidad en todo EE.UU., declarada como «epidemia». También la demanda judicial contra McDonald’s en nombre de dos niñas con sobrepeso, convertidas en obesas supuestamente por comer alimentos de McDonald’s. Aunque el juicio contra la cadena falló, la misma crítica contra las compañías de tabaco se podría aplicar a las franquicias de comida rápida.
La ventaja del cine independiente radica en su ausencia de compromisos. Durante los 30 días de su “Dieta Mcdonald´s”, Spurlock atenta contra sí en nombre de los demás. Los daños en su organismo serían catastróficos. Es la presencia del mártir en aras de un sensacionalismo cuestionable pero necesario. Pareciera que la sociedad de consumo también ha devorado nuestro criterio. Para entender la gravedad de las cosas, necesitamos ser dramáticos y extremos. Este director novel cumplió su meta.
La obesidad es un problema del colectivo norteamericano. No se trata solamente de sobrealimentarse, sino al mismo tiempo, subnutrirse. Lo grave no es aceptar la realidad sino de cuestionar las causas. Hablamos de una casta cubierta por la venda de un marketing desarrollado de forma inmoral cuya única cuota de ingreso es la pérdida de la voluntad.
Aunque todavía no alcanzamos los niveles y modos de vida de la sociedad norteamericana, por nuestra tendencia a copiar los modelos foráneos, me atrevo a decir que no estamos muy lejos de tomar el mismo camino. En nombre del “no hay tiempo” caemos en el facilismo y “nutrimos”, incluso a nuestros hijos, con los elaborados, comida envasada, gaseosas o jugos químicamente tratados e “inofensivos”.
La película afronta el tema de manera cruda y directa. Jamás imaginé que Ronald Mcdonald sería para los niños más famoso que Jesús. Menos que la canción de Pizza Hut sea más popular que el más básico de sus juramentos cívicos. El paralelismo entre la malnutrición y la ignorancia me pareció escalofriante. Igual de aterradora fue la inocencia del representante del macronegocio de comidas rápidas, o la posición de algún consumidor que liberaba a las cadenas de sus responsabilidades, pues nadie está obligado a engordarse. ¿En realidad tenemos opciones? ¿Los elementos ofrecidos por estas empresas no están combinados precisamente para causar dependencia? ¿Hasta qué punto es verdad lo que nos muestra Spurlock?
La película tiene cinco años, pero su mensaje es vigente.
El cine no es sólo entretenimiento; igual que todas las artes, tiene su oportunidad de invitar a la reflexión, de la misma manera que el teatro francés de Molliere buscaba cambiar las costumbres ridiculizándolas.
La cinta me llevó a la realidad conocida desde un enfoque afectivo en el cual mi preocupación sacudió casi todos mis aspectos humanos: padre, pareja, profesor, individuo. ¿Cómo puedo decir que los amo si los enveneno?
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Sobre el autor
Hoover Mora
Más de media vida entregada a la docencia... el resto a soñar... Amante del cine y la música...
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