Por Emily Alvarado

Todos llevamos una armadura que nos protege del exterior, pero ¿qué tal si esa armadura también nos protege de nosotros mismos? Esta cuestión le sucede al protagonista del libro El Caballero de la Armadura Oxidada. El Caballero es un hombre bueno, amoroso y generoso, o al menos así se percibe a sí mismo al luchar contra dragones y rescatar princesas. Sin embargo, dichas cualidades no son del todo ciertas, pues, en el fondo, el Caballero ni siquiera sabe quién es realmente.
La historia del Caballero comienza cuando decide no quitarse su armadura nunca para estar listo para cualquier cruzada, pero eso implica que su hijo deje de ver su rostro y que su esposa, Julieta, tenga que alimentarlo a través del yelmo. Un día, Julieta le da un último aviso: o se quitaba el yelmo, o ella y su hijo partirían lejos para nunca más volver. El Caballero, en su intento de quitarse la armadura, se da cuenta de que esta se ha oxidado.
Para intentar quitársela, el buen Caballero emprende un viaje con el mago Merlín por el Sendero de la Verdad. Este viaje sería distinto a cualquiera que él hubiese hecho antes; sería el más duro y revelador de todos. La pregunta es: ¿quién realmente está listo para quitarse la armadura y ver el mundo, y a sí mismo, con los ojos y el corazón abiertos?
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