Libros 6 julio, 2016

¿Por qué amamos tantos los clásicos?

Orgullo y Prejuicio
  • Voto autor

    5
  • Voto público

    5

¿Por qué amamos tantos los clásicos? Esos libros que pasan por generaciones, que todos leemos porque en el colegio resulto ser parte de esa materia de literatura obligatoria para aprobar o porque vinimos de esas escasas familias que hoy en día consideran que la literatura antigua; esa considerada clásica es la base de una buena formación cultural.


Por

¿Por qué amamos tantos los clásicos? Esos libros que pasan por generaciones, que todos leemos porque en el colegio resulto ser parte de esa materia de literatura obligatoria para aprobar o porque vinimos de esas escasas familias que hoy en día consideran que la literatura antigua -esa considerada clásica- es la base de una buena formación cultural.

Pero Darcy no es un “prince charming” ni siquiera para la época, ni la cantidad de libras anuales que poseía; era solo un hombre que mantenía distancias, y si lo llevamos a la actualidad se lo llamaría formalmente “desapegado emocional”, pero es que en aquella época las muestras de afecto emocional no se manejan como hoy en día -ni digitales, ni físicas-, antes se manejaban con una elegancia y con una distancia pertinente basada en el respeto.

Pero ¿Cómo podríamos confundir el respeto con el orgullo?; señalemos que la señorita Elizabeth para considerarse a sí misma alguien que era buena percibiendo a la gente, es básicamente una mujer como cualquiera que juzga por las apariencias y su primera impresión; hoy en día ese sarcasmo y esos comentarios que son considerados ofensivos serían un coqueteo atrevido, una necesidad de llamar la atención retándose el uno al otro.

¿Qué pasa cuando las realidades se afrontan y la historia se sigue desarrollando? Austen nos lleva a los detalles y a desenrollar cada mal entendido que piensan nuestros dos personajes favoritos y principales, a mostrarnos que todo se basa en la falta de comunicación y en el cotilleo de la época. Pero ¿cómo nuestros personajes principales no se pueden dejar llevar por aquello? En esa época de por sí se manejaban las informaciones de esa manera.

Debemos admitir que Austen nos cautiva y nos envuelve con esos hechos románticos perdidos como lo son el esperar notificaciones escritas, esas cartas tan anheladas con las noticias de los personajes secundarios y con ese lenguaje tan rico y afectuoso, procurando no ser ni ofensivo, ni exigente en cada sugerencia o solicitud.

No olvidemos que el centro de la novela es la constante necesidad de casarse desde los 16 años, siendo a los 23 años considerada básicamente “en la percha”; tal como lo diríamos hoy en día, pero a pesar de eso no nos molesta en lo más mínimo.

Nos lleva a cada lector a preguntarnos ¿Qué hace que un cortejo sea tan corto y tan limitado a las muestras de afecto?, y con muestras de respeto que cautiven tanto a los protagonistas. Hay una pregunta para todos ¿Por qué se ha perdido esta linda arte de cortejo? ¿Será que hoy en día, todos vivimos a prisa?

No nos olvidemos de los personajes secundarios. El Señor Bennet siendo tan apegado a sus hijas y tomando decisiones sensatas basadas en como las conoce y sabe que realmente quieren. La impertinencia de una madre llevada por el que dirán, y el hecho de sentir desprestigiada solo porque sus hijas prefieren esperar, a tomar las decisiones equivocadas por aquella presión social de la época; y aun así presionar ante la sociedad por un buen partido. Esas hermanas que completan el cuadro, Jane la humildad descrita por Austen, siempre dando el beneficio de la duda a los buenos deseos de cada persona, a las interpretaciones solidarias y desinteresadas del universo que la rodea y su amor hacia Bingley, sin importar su fortuna sino aquellos gestos de respeto y honra (creo que el personaje de Bingley se basó en el “Manual de las Buenas Costumbres de Carrasco”); por otro lado tenemos a Lydia y Kitty tan parecidas y desesperadas por un esposo que está primera no se da cuenta de la tragedia familiar que trae con sus decisiones, y se cree digna de un amor balurdo que solo ella siente hacia Wickman -es el típico personaje que usa la máscara de cautivador para terminar siendo un hombre de poco valor-, y Kitty que se salva del error después de afrontar la verdad de los secretos bien guardados de sus hermanas mayores; finalmente Mary Bennet que es aquella intelectual que aunque aparece poco, siempre tiene un comentario listillo en esta novela. Los hilos están unidos gracias al señor Bennet que es amante de la lectura.

Hay algo que aplaudir de Lizzie y Jane, esa complicidad y amor que se tienen la una a la otra, ese cariño que se demuestran en cada carta y en cada simple sonrisa de apoyo que nos cuenta nuestra autora.

Espero que se enamoren de este clásico o que por lo menos vean la película de Keira Knigthley y Matthew Macfadyen, así tendrán un referente visual de aquella época y esos elogios de respeto que derretían a aquellas damas.

Califica la crítica e interactúa en nuestra comunidad. La valoración es sobre 5 puntos.


Sobre el autor

Vielka Jimenez

Me gusta pintar fuera de las líneas, más que actitud todo está en la variedad de conocimiento.

Más publicaciones del autor »