Por Felipe Puerta

Me gustó mucho cómo el libro te muestra el lado B de las amistades. A menudo idealizamos la amistad como un espacio donde solo existen la comprensión y los sentimientos bonitos. Sin embargo, esta historia revela el lado más oscuro, donde las personas, sean buenas o malas, pueden sentir celos, competir entre sí e incluso sabotearse.
La narrativa te envuelve poco a poco, haciéndote creer que estás presenciando una gran amistad. Pero, conforme avanzas, te das cuenta de que es una relación tóxica, llena de necesidades mutuas por validarse una a la otra. Ver cómo pasa el tiempo y cómo esa evolución transforma la dinámica entre Lenu y Lila me hizo recordar ese proceso que todos vivimos al crecer. Es inevitable preguntarse si en algún momento atravesamos situaciones similares a las de las protagonistas. Sin duda, este es uno de los aspectos con los que más se puede empatizar en el libro.
Otro punto a favor es la dualidad en la historia. En ciertos momentos, cada protagonista toma un camino diferente, y parece que nunca volverán a cruzarse. Pero, eventualmente, siempre terminan necesitándose para desahogarse con su amiga estupenda.
Debo confesar que después de leer el libro, vi la serie, y siento que, en este caso, la producción audiovisual supera la experiencia de la lectura. El libro, al ser tan descriptivo, a veces me hacía perder la motivación y el hilo de la trama principal, especialmente porque aparecen muchos personajes.
Sin duda, es una gran elección para conocer el Nápoles de los años 50, explorar las complejidades de las relaciones humanas y comprender que nada es completamente blanco o negro: siempre hay contextos que influyen en las decisiones cotidianas.
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