Libros 17 agosto, 2016

[Editorial] De como las enseñanzas de tus padres cobran sentidos

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Una de las cosas que aprendes cuando vives sola es cuánta razón tenían tus padres en un montón de cosas. Cuando estás con ellos, simplemente das por sentado todo lo que te han enseñado porque siempre puedes volver a preguntárselo, pero al estar solo esta es una opción más lejana.


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Una de las cosas que aprendes cuando vives sola, es cuánta razón tenían tus padres en un montón de cosas. Cuando estás con ellos, simplemente das por sentado todo lo que te han enseñado porque siempre puedes volver a preguntárselo, pero al estar solo ésta es una opción más lejana.

En los últimos días, me he vuelto medio fanática de “How I Met Your Mother” (aunque sigo pensando que “Friends” es mejor) y uno de los episodios que más me gusta es en el que Ted -el protagonista- pierde el vuelo para ir a una entrevista de trabajo a Chicago (vive en Nueva York) y ejemplifica cómo ciertas cosas están destinadas para uno con la narración de pequeñas situaciones que lo llevaron a perder el vuelo. Hoy me pasó exactamente eso, solo que al revés. Yo pude cumplir mi objetivo (Dios sabe cómo), pero nada de eso habría pasado si hubiera hecho lo que mi padre me enseñó: antes de hacer un trámite importante, revisa dos y tres veces lo que debes hacer y haz un poco más de lo que te piden.

Hoy tenía cita en la delegación de gobierno de España en Barcelona para renovar mi tarjeta de identidad de extranjero y así poder seguir estudiando acá, llegué muy puntual, llevé todos los documentos, copias, sonrisa puesta, vestimenta adecuada y… oops! Se me había olvidado realizar un trámite, un trámite que no nombraban en la documentación requerida, pero que, de haber seguido el consejo de mi padre, lo hubiera hecho cuando mi paranoia me lo decía. Eran las 11am, la oficina cerraría a las 2pm y yo tan solo tenía tres horas para cruzar la ciudad, hacer el trámite y volver a la delegación. De lo contrario, tendría que esperar un mes más para realizar todo el trámite.

Así que un taxi, un bus, dos taxis más y 20 euros después (que Dios me lo perdone, yo no puedo) fui a casa, agarré el contrato de alquiler del piso, fui a una de las oficinas de atención del ayuntamiento para empadronarme en la dirección que vivía (ese era el trámite que me faltaba), me dijeron que debía sacar cita, les conté mi historia con ojos de perrito atropellado, me mandaron a otra oficina en la que no piden cita, hice cola de quince minutos, me aguanté toda la discusión en inglés británico de una pareja que iba delante mío (ni idea de qué iba, pero pobre tipo, se lo veía un poco abrumado), me dijeron que me faltaba otro documento, llamé a mi casero muy cabreada porque no me lo había dado, me dijo que sí se lo había dado a mi compañera de piso, me morí de la vergüenza y pedí las respectivas disculpas, llamé a mi compañera de piso para pedirle el documento, volví a casa, me aguanté que el taxista puteara a medio Barcelona, agarré el documento que me faltaba, volví a la oficina, hice cola de veinte minutos esta vez (la cual era tan grande que la gente no cabía en la oficina), esperé a que llamaran mi numerito, hice el trámite faltante, agarré un taxi que jamás cogió el carril de taxis para así ir más rápido y llegué diez minutos antes del plazo que me habían dado. Objetivo cumplido, serie de situaciones que hicieron que finalmente terminara con el trámite hoy y no un mes después, pero nada de esto habría pasado si seguía la recomendación de mi padre.

Y es así como me di cuenta que cuando estás lejos piensas más en lo que harían tus padres en una situación como la tuya o rebuscas en tu acervo mental qué rayos te enseñaron para remediar determinada situación. Simplemente, toda enseñanza cobra sentido y le da más valor a tu experiencia porque en el momento que ya no los llamas para que te repitan lo que deberías hacer, sino que vives y aprendes (con un poquito de ayuda de ese acervo mental y una puteada imaginaria) es cuando entiendes que ya has crecido. Ya eres adulto. Y no es tan malo como lo pintan.

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Sobre el autor

Gabriela Celleri

Soy una persona nueva cada día. De lo contrario, me aburriría mortalmente.

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