«Eres como Juan sin miedo» me dijo el otro día mi amigo Fernando.
Yo me quedé pensando en ello mientras le decía que no, que yo en realidad sí tengo miedo.
No tengo uno, diría,«de hecho, Fernando, tengo varios». Los tengo ordenados en estanterías, como si fuesen libros.
Algunos son miedos antiguos, de siempre, otros están menos usados, van superponiéndose y llenando las baldas.